lunes, 12 de enero de 2015

Compras caóticas

Ahora entiendo por qué hay un barrio que se llama Roppongi Hills. No me harté de subir y bajar calles ni nada. Con el GPS en la mano (cómo no) iba de camino a arreglar más papeleo. Y el GPS se detuvo en su destino, el consulado español en Tokyo:


Lo cierto es que mucha pinta de consulado no tenía. Pero visto como anda España, no me extraña nada. Di la vuelta a toda la manzana hasta encontrar la recóndita entrada. Entré, tramité, esperé. Felicidades, está usted registrado en en consulado. 

Una de las cosas que me gustan de este país es que recibes un estímulo visual constante. Nunca te puedes esperar qué te espera a la vuelta de la esquina. Como la decoración de esta puerta:

This is halloween, this is halloween... Vaya, pero si estamos en enero.

De vuelta a casa, me detuve a hacer la compra. Entré en un supermercado cercano y empecé a mirar los productos y a coger algunos. Lo cierto es que...


Comprar a tientas en un doble filo. Igual te sale bien, o igual te llevas un disgusto...

Cuando llegué a la caja, la señora pasó toda la compra y me dijo el total, que por supuesto no entendí. Me metí la mano en el bolsillo para recordar en ese momento que no tenía suficiente dinero. Le hice a la señora aspavientos hacia atrás, hacia delante, y en el sentido de las agujas del reloj. Ella se empeñaba en hablarme japonés. Espectáculo. Se hacía cola, la gente miraba. al final le saqué el dinero que tenía y parece que la cosa se aclaró. Me quitó unas cuantas cosas y le dije que me dejara aquellas allí. Bueno, en realidad le dije "espere un momento" mientras le decía con la mano que dejara el resto allí. Intenté ir llegar rápido a mis aposentos para dejar la compra y coger dinero, pero el peso que cargaba no me dejaba ir más rápido que de costumbre. Dejé las cosas, volví a la tienda, y el resto de mi compra había desaparecido. Los aspavientos de la mujer me aclaran que había puesto cada cosa en su sitio, y por razones que atienden a una realidad alternativa, le entendí correctamente a la mujer que podía coger de nuevo las cosas por mí. Le dije que sí con la cabeza, se echó una risotada, y salió a coger lo que había colocado. 

Me voy visiblemente (a sus ojos) avergonzado del lugar (en Japón si no te avergüenzas no eres nadie) habiéndole pedido disculpas a la señora. Su marido me despide con un "bye bye, thank you", como es su costumbre. Porque si hay una costumbre aquí es saludar al cliente cuando entra y cuando se va. Y entre más veces y más fuerte sea mejor. La pesadilla de los discretos. 

Al menos me queda el consuelo de que el bollito de crema que me compré era eso, un bollito de crema, y muy rico. Y la mayoneezu de Hello Kitty que compré (estaba en oferta, no es que sea forofo de la gata humanoide) está también riquísima. Creo que le echan cocaína a todos los productos. O potenciador del sabor, una de dos.

Una yema gigante y Hello Kitty mayoneseando un Okonomiyaki como dios manda. 

Eso ha sido todo por hoy. El frío helado no me deja mucho margen a seguir paseando.
Mañana empieza el curso de japonés. Pero gracias a mi ávida percepción del entorno ya he aprendido algunas cosas, como por ejemplo, coger dinero antes de ir al supermercado.

Hasta la próxima.

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